11/04/2012

UNA VIDA POR DOS VIDAS






Llegó a la plaza. Allí todo era fiesta, la gente de su pueblo estaba congregada.
Baile, risas, algarabía, felicidad, todo en una perfecta conjunción para festejar algún acontecimiento, pero no sabía cuál.
Se sentía afiebrada y un poco débil por lo que decidió volver a su casa. Camino las pocas cuadras que la separaban de la gran reunión.
El día era hermoso, un sol radiante, el cielo impecablemente azul, todo indicaba que transcurriría plácidamente. Caminaba despacio disfrutando la tibia brisa. Su cabeza decorada con dos largas trenzas, un vestido estampado con un gran lazo en la espalda a la altura de su cintura, zapatos bajos completaban el típico atuendo de una niña de doce años.
Llego a su casa, beso a su madre y esta notó que estaba enferma. La envió a la cama y llamo al doctor. Debía permanecer en reposo y tomar sus medicamentos.
Pasaron los días. Un ruido ensordecedor invadió el aire. Se escuchaban motores de aviones zumbando sobre el pueblo. Insectos gigantes brillando en el cielo, rugiendo con fuerza, enviando silbidos a la tierra, produciendo grandes explosiones.
Su madre entro apresurada en su cuarto, se acostó junto a ella y la abrazó fuerte tratando de protegerla.
Un ruido ensordecedor, polvillo en el aire, escombros.
El último aire salió de su boca, una última y suave exhalación como un suspiro y el silencio absoluto.
Vio el desastre, parada al pie de su cama, una montaña de escombros a dos mujeres abrazadas tapaba.
Se alejó en silencio con sus largas trenzas, su camisón floreado y sus pies descalzos. Recorrió el pueblo en ruinas, todo era desolación, olor a humo y pólvora. Y vagó sin rumbo y sin saber qué hacer ni a donde ir. Por momentos sin saber quién era.
Tantas cosas le quedaron por hacer, deseos por cumplir, cosas por aprender, vida por vivir.
Vagó por un tiempo en un tiempo estacionado, por lugares sin espacios, creciendo sin crecer.
Una mujer, parecida a su madre se le acercó.
- Vení conmigo – le dijo extendiéndole su mano – Te voy a mostrar la mujer que cumple tus sueños.
Ella se dejo llevar.
Llegaron a una casa, un lugar desconocido. Era de noche, sus ojos miraban todo explorando. Subieron las escaleras.
Entro en una habitación. Una mujer dormía, su rostro mostraba paz.
Se pararon al pie de la cama.
- ¿Es ella? – preguntó.
- Si, es ella – le respondió la mujer que la acompañaba. – Se llama Elena.
Elena despertó, se incorporó y las miró.
- ¿Quien sos? – preguntó Elena.
- Vos lo sabes – respondió la niña – Gracias por cumplir mis sueños y ser quien yo quería ser.
Elena apoyo su cabeza suavemente en la almohada y con una sonrisa sus labios volvió a dormir.
La niña y la mujer partieron.
La niña hacia un lugar sin espacio ni tiempo, a su eterno reposo.
Y Elena, Elena siguió con su vida tratando de hacer que cada día fuera mejor que el anterior, viviendo con pasión una vida por dos.




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