11/14/2012

NAVIDADES


El resto de mi familia, abuelos y tíos, vivían en otra provincia a quinientos kilómetros de nosotros, quinientos kilómetros que en esa época parecían un montón.
El día de navidad cargábamos todo en el auto bien temprano y emprendíamos el viaje, entre peleas y turnos para ver a quien le tocaba el medio o la ventanilla.
Al llegar a la casa de mis abuelos el despliegue era enorme, las cacerolas hervían en las hornallas indicando la preparación de uno de los menús tradicionales, la mayonesa de ave, en la mesa del comedor diario ya había fuentes repletas de tartaletas, sándwiches de miga, budines, pan dulce, etc, etc, etc, todo casero por supuesto, tapado con manteles que íbamos levantando para poder probar todo lo que allí abajo había.
Mi abuelo iba y venía acomodando mesas, llevando sillas, corriendo macetas, clocando luces.
No existían en esa épocas las comodidades de ahora, por lo que en el patio, en la pileta del lavadero, había una barra de hielo enfriando botellas, ya habíamos contado las de gaseosas, es que esas traían una figurita bajo la tapa y teníamos que calcular cuantas nos tocaba a cada uno para evitar las peleas.
Cuando se acercaba la hora dejaba de jugar con mis amigas y me preparaba para la fiesta.
La noche era agradable, toda la familia reunida en torno a una gran mesa, mis tíos, sus padres, mis abuelos, sus hijos, mis primos, mi familia.
El momento más esperado era el de las doce de la noche, ahí corríamos al árbol para buscar nuestros regalos, los sacábamos uno a uno y los íbamos abriendo, allí estaba la muñeca pedida, el cochecito para pasearla, un monopatín, los patines o la bicicleta, siempre variaban de acuerdo al pedido que durante el año realizábamos.
Luego de este acto de encontrarnos con los regalos, salía a la calle, es que había que estrenarlos en el momento, y allí me reunía con mis amigas del barrio y compartíamos todo lo recibido. Los juegos se prolongaban hasta tarde bajo las luces de la calle.
Al otro día nuevamente la reunión se repetía y luego de ella venia la despedida de mi familia, ellos emprendían el viaje de vuelta y yo me quedaba allí a disfrutar mis vacaciones y los mimos de mis abuelos y tíos. 



4 comentarios:

  1. ¡Ay que bonito! Entrañable, bullicioso, familiar... como debe ser en navidad.
    Un saludo

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  2. Asi es Nena y como se extrañan esas épocas de niñ@s con toda esa ansiedad que provocaba la llegada de la navidad.
    Como siempre gracias por tus comentarios.
    Besitos.

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  3. YO miro atrás y veo tan distintas esas fiestas ... No por la celebración en sí, si no por la forma en como se viven. Creo que la sencillez de la vida era precisamente la que dotaba de tantos momentos hermosos esas fiestas y vacaciones. Tu post, sencillamente entrañable.

    Saludos!

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  4. Gracias FG, es verdad eran epocás mas sencillas en todos los aspectos y el ser niñ@s le daba ese toque mágico a la fiesta.
    Besitos.

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