12/11/2012

PRIMER DIA DE ESCUELA



Una de las pruebas que pasamos los padres es dejar a nuestros hijos el primer día de escuela.
Sentimos que va a estar solo ahí, hay veinte chicos más en la sala, pero no importa, va a estar solo, eso decimos los padres.
¿Cómo será la maestra? Es la pregunta más frecuente ¿y si no lo lleva a tiempo al baño? ¿y si él no come y la maestra no se da cuenta? Es que pensamos fuertemente que en tres horas nuestro hijo morirá de hambre, no es lo mismo que no coma en tres horas en la escuela a que no lo haga en nuestra casa.
El momento llega. Compramos el pintorcito, bordamos su nombre al igual que en su bolsa, su mantelito, la servilleta, incluso su ropa y le colocamos nombre a todas sus cosas.
Así partimos con nuestro hijo debidamente “etiquetado” rumbo al jardín de infantes.
Allí iba, pintorcito azul, bolsita azul, jean y zapatillas rojas. 
Llegamos a la escuela, es obvio que como padres la ansiedad nos invadió, ¿se quedará? Nos preguntamos. 
Tiene tres años, ¿se acostumbrara tantas horas acá sin nosotros? 
En realidad “nosotros” trabajábamos por lo que en ese horario tampoco estábamos con él, o sea lo único que cambiaba era el lugar en el que estaría, pero sin decirlo nos generaba culpa dejarlo ahí.
Llegamos al lugar, la gran puerta se abrió tanto como los ojos de mi hijo. Al fondo se veía el patio, pintorcitos rojos y azules correteando con una música infantil que sonaba de fondo.
Sin decir palabra el soltó mi mano y corrió. Ahí nos quedamos parados mirándolo, no recibimos ni un beso de despedida, ni un saludo con la mano.
Nuestros temores desaparecieron, nos miramos y dijimos: - no, no creo que tenga problemas para adaptarse. Y en verdad no los tuvo, cuando fuimos a buscarlo no quería irse con nosotros, lo retiramos a la rastra y llorando.
Y si, así es la vida de los padres, traemos al mundo a una personita sin un instructivo para saber criarlos ni un manual informativo para saber cómo será, pero si tenemos el día a día para conocernos y que ellos nos conozcan.



UN DOLOR AGUDO






Un dolor agudo,
Como puntas de flechas,
Atraviesa mis entrañas.
Un dolor que me paraliza,
Al saber lo que allí dentro pasa.
Llegas a la vida
Sin fuerzas para tomarla
Y te vas de ella dejándome sola con mis lágrimas.
Y el dolor agudo,
Como puntas de flecha,
Ahora se traslada a mi alma.
Y duele allí
Al saber que adentro mío estabas.
No pudiste tomar tu vida
Y yo con gran dolor
Sentí como de mi cuerpo te escapabas
Dejándome sola con mis lágrimas.
Y recuerdo cuando te fuiste,
E imagino lo que habría sido
Si hubieses podido
Tomar la vida que te daba.