6/28/2023

CUANDO LA VERDAD GOLPEA



En uno de mis viajes a ver a mis abuelos entré a la casa de mi abuela paterna y la encontré en el patio en una silla de ruedas, no podía creer lo que veía, nadie me había dicho que estaba así y yo no lo entendía. Le pregunté a mi tía que pasó, porque esta así, no sabía nada y ahí me contó que tenía arterioesclerosis. Yo estaba en shock sin entender cómo se podía mantener en secreto semejante situación. Mi relación con mis padres nunca fue fluida, ellos tampoco sabían nada de mi vida, después de esa situación en el jardín donde no me creyeron opte por no contarles nada de lo que hacía o dejaba de hacer y por otro lado ellos tampoco preguntaban, por lo que nunca les dije nada, solo seguí con mi dolor de ver así a mi abuela. 
Lamentablemente solo pude quedarme unos días y volví en las vacaciones de invierno, a ella le habían amputado una pierna y estaba ahora en cama. Recuerdo que llegué y ya no me reconocía.
Algo que ella hacia cuando yo era chica era cepillarme el pelo como una manera de hacerme mimos, mi abuela materna me rascaba la cabeza y ella me cepillaba el pelo. Un día, ella tenía unas muñecas a las que les cambiaba la ropa y acunaba, y me dijo tráeme mi muñeca y el cepillo que la voy a peinar, yo se lo llevé y me acosté a su lado y con otro cepillo comencé a cepillar su pelo, es la última escena que tengo grabada en mi memoria con ella, la escribo ahora reviviéndola mientras lloro, ese fue mi último día con ella, al día siguiente yo me tenía que ir. 
En mi casa estábamos solos con mis hermanos, mis padres estaban en la casa de mi abuela cuando nos avisaron que había fallecido, nosotros les dijimos que iríamos allá, que queríamos estar ahí para despedirnos, que le avisaríamos a la vecina para que cuidara la casa y saldríamos en ese mismo momento, teníamos todo para viajar pero ellos nos dijeron que no, que nos quedáramos, que no viajáramos, nunca pude entender porque, nunca pude aceptar esa negativa, no pudimos despedirnos, no pudimos estar, solo fue un “no hace falta que vengan, quédense ahí.” 
Hay veces que es muy difícil perdonar a los padres cuando nos causan dolor, no todo se puede perdonar, no todo se puede olvidar, no hay justificativos para ciertos actos. 
Yo había perdido a mi abuela que era mucho más que una simple abuela, con ella teníamos nuestros momentos de complicidades, cuando era chica y luego que mi abuelo falleció yo dormía con ella en la cama grande, dormíamos abrazadas mientras ella me acariciaba la cabeza, desayunábamos en las tazas donde mi abuelo me servía el mate cocido y nos servíamos los biscochos nueve de oro con queso cascara colorada y dulce de batata, las dos amábamos esa combinación, también nos sentábamos con una cuchara sopera cada una y nos comíamos el budín de pan con pasas de uvas y dulce de membrillo que ella preparaba y era el más rico que he comido en mi vida. Esos momentos se fueron y dejaron una nueva cicatriz en mi corazón que ya venía tan golpeado.


 

5/27/2023

COLEGIO NUEVO ¿VIDA NUEVA?


Consiguieron un nuevo colegio y allí comenzó una nueva etapa en mi vida de destierro, desolación y padecimientos. Mi caparazón era cada vez más impenetrable y mi coraza más dura, ya no confiaba en nadie, ya no creía en nadie, ya no pertenecía a ningún lado. 
Mis padres tenían un matrimonio amigo, ellos tenían dos hijos varones uno un año menor que yo y el otro de unos 4 años más o menos. Una noche nos avisaron que el había fallecido, era muy joven y ella quedó sola con sus hijos. Como su hijo mayor iba a entrar en un Liceo Militar para continuar allí la secundaria no iba a estar en toda la semana y si se portaba bien los miércoles lo iban a dejar dormir en su casa. No se cómo fue, pero yo terminé yendo a dormir durante las semanas a la casa de ella para hacerle compañía. Ese fue un nuevo remanso de paz para mí ya que yo la consideraba como una tía a ella y sus hermanas, una abuela a su madre y sus hijos eran como primos para mí. Fueron muchos años en los que también yo iba y venía de su casa a mi casa, charlábamos mucho, tejíamos, pasábamos momentos muy lindos y me sentía comprendida por ella. 
Fue también muy importante en este proceso de transición y descalabro en mi vida, porque a ella si le contaba cómo me sentía y ella me entendía, aconsejaba y hablaba. 
Hay momentos en la vida donde uno se da cuenta y siente bronca por haber tenido que dejar gente en el camino sin querer hacerlo, solamente para que otros no los perjudiquen y puedan seguir sus vidas tranquilas. 
La nueva escuela no fue buena, no sé cómo serán otras, pero esa fue una escuela donde sentí tanta discriminación como nunca había sentido. Luego de muchos años y de volver a encontrarme con algunas ex compañeras descubrí que hay personas que nunca van a cambiar, algunas que si aprendieron de la vida y otras con las que nunca hablamos y ahora nos pasamos horas, café mediante, hablando amenamente y pasando momentos productivos que me cargan de energía.
Yo venía de una escuela de monjas donde concurrían chicas del barrio, donde nunca me había sentido menos, donde me importaba la persona y no sus pertenencias, si ya se yo tenía mi coraza, yo ya venía golpeada, pero si íbamos a un retiro espiritual o un paseo yo hablaba con todas, me juntaba con todas, me divertía con todas. En esta nueva escuela eso no me pasaba, no la pasaba bien ni en la escuela ni en los viajes.
Creo que fue recién en el último año donde logré congeniar con algunas chicas, donde me sentí que pertenecía a un grupo y tenía algunas amigas. En este colegio fue donde me sentí más discriminada y en verdad no sé porque, se burlaban de mí, se reían en mi cara, cuando llegaba se callaban y aún sigo sin entender el porqué. No digo todas porque en verdad no tenía relación con casi nadie, pero si una gran mayoría.
Hasta el día de hoy sigo sin relacionarme con este grupo y solo conservo uno que puedo colocar en el puño de mi mano y me sorprendo encontrándome y saludándome con mucho cariño con algunas. Las relaciones humanas pueden ser muy complicadas pero lo peor es que nos marcan de por vida, nos dejan cicatrices hechas a fuego que a veces no cierran y nos sirven para recordarnos cuan compleja es la vida y cuán difícil es lograr relacionarnos abiertamente.


 

5/24/2023

Y LLEGÓ LA SECUNDARIA

 


Desolación Silvana Torres


La adolescencia no mejoró nada, sino que empeoró todo.

Cuando uno vive a la sombra de alguien o de un apellido la vida puede ser muy dura.

Ya en primer año apenas me nombraban me decían a sos la hermana de …. Y no me quedaba otra que decir sí.

Las comparaciones son odiosas, no lo hagan, no le digan a nadie sos la hermana, la hija, la sobrina etc, de…. Porque ya marcan un condicionamiento, porque el ser algo de alguien no significa que seamos iguales ni para bien ni para mal, no lo hagan.

Ser la hermana de… hizo que yo hiciera todo distinto a lo que ella hacía, una porque éramos el agua y el aceite, no nos conocíamos (literal vivíamos bajo el mismo techo, pero yo no sabía nada de ella y ella no sabía nada de mí, hasta el día de hoy creo que yo se cosas de ella, pero ella de mí no sabe nada). 

Yo estudiaba, pero lo mismo me llevaba materias a rendir que luego aprobaba porque las sabía, pero algo me frenaba y me decía no, hacete la que no aprendiste. 

En todo ese proceso estaba el tema de no ver, mi miopía, yo, aunque me sentara en el primer banco no veía el pizarrón, por lo que nunca tenía mis carpetas completas ni podía copiar, siempre debía pedir a mi amiga sus carpetas y así poner al día las mías, era desgastante querer hacer las cosas bien y no poder. 

En segundo año y acá viene el otro problema de ser la hija de…, una profesora, que iba a tener desde primero a quinto año, tenía un problema con mi padre por lo cual ya me había mandado a rendir dos años seguidos su materia, la cual no me aprobaba, no era una materia difícil y creo que las estudie tan bien que hasta el día de hoy las recuerdo. 

Me desaprobó en primer año, me quedó previa y luego me desaprobó en segundo año por lo que me quedaron dos materias previas, el mismo día y luego de rendir con ella, debía rendir geografía y como era tanto el destrato y el estrés que esta profesora me hizo pasar se me olvidó todo lo que había estudiado de geografía, mi bloqueo era enorme, no me salía ni una palabra, me quedé muda completamente, recuerdo que la monja que me tomaba geografía llamó a mi madre para que fuera a buscarme y cuando habló con mi madre y la profesora, delante mío, la profesora me miró con cara burlona y dijo: “aunque te hubiese aprobado la hermana vos me vas a tener el año que viene otra vez o sea ahí ya vas a tener que rendir tres materias conmigo y como tampoco te voy a aprobar, lo mismo vas a repetir, por lo que yo creo que te conviene irte ahora del colegio y repetir en otro porque acá no vas a terminar nunca.”

Mi madre guardó silencio, la monja guardó silencio y nos fuimos. 

 Llegamos a mi casa, mi padre llegó del trabajo y preguntó cómo me había ido, mi madre le contó todo lo que había pasado y el no dijo NADA, absolutamente nada nunca, no fue a hablar, no pidió explicaciones, no se hizo cargo, nada. 

Yo me fui a mi pieza y fue uno de los días en los que más he llorado. Aun lo recuerdo y se me caen las lágrimas, me sentía totalmente desolada, impotente y desamparada. Mi madre me abrazó y solo me dijo ya vamos a buscar un nuevo colegio.

Volví hablar con mi abuela, que fue la única que me consoló y le pedí que me llevara con ella, pero mis padres no aceptaron. 


5/22/2023

Y COMENZÓ LA ESCUELA

 


Mi paso por el jardín de infantes fue muy duro, allí sufrí mi primer abuso por parte de un compañero que tenía como 3 años más que yo, le conté a mi maestra y a mi mamá que un chico me tocaba debajo de la mesa, que se metía en el baño cuando yo entraba y ellas no me creyeron, fue muy duro y difícil, yo me cambiaba de banco, pero él siempre se sentaba al lado mío y no encontraba la forma de defenderme. 
Luego supe que ese chico vivía a la vuelta de mi casa, con los años, cuando era adolescente, se suicidó. Cuando me enteré de esa noticia no sentí nada, solo un alivio de saber que ya no debía temer al pasar por esa cuadra. 
Muchos creen que son cosas de chicos, pero les aseguro que no lo son, el abuso infantil se da también de esta manera y duele mucho. 
Eso hizo que mi carácter fuera muy retraído, ya no confiaba en nadie, no tenía amigos en el jardín, no jugaba con nadie y solo me la pasaba leyendo o dibujando. Tampoco podía lograr una conexión con mi familia, sentía que no era allí donde pertenecía, ese no era mi lugar, no era mi mundo. Lo pasé tan mal que no tengo registros de mucha parte de mi infancia en la escuela, solo algunas imágenes solitarias, como fotos aisladas. 
Comencé la primaria en otro colegio. 
Ahí si tuve una amiga a quien quería mucho y de quien tengo muy lindos recuerdos. Su papá nos llevaba al colegio era un señor muy amable y simpático.
Recuerdo que siempre iba a su casa, yo prefería ir a su casa antes que ella viniera a la mía, hacíamos los deberes, su mamá nos daba la merienda y pasábamos horas jugando. Su mamá era muy amable.
Me gustaba la escuela, tuve maestras muy buenas, bueno algunas un poco estrictas, pero muy buenas. 
Cuando comencé el colegio debí comenzar a usar lentes, tenía mucha miopía y ese fue un nuevo problema y desafío, nadie se salva de las cargadas y lo que lo hacía peor es que en esa época los lentes eran muy frágiles y de vidrio, si se caían se rompían, por lo que no podía correr, debía tener cuidado de no golpearlos y en la hora de gimnasia, me decían que me los sacara, pero si lo hacía no veía, mi miopía era muy grande, si no usaba los lentes no veía el pizarrón ni la cara de las personas. Cada acontecimiento hizo que me fuera aislando más, cree un caparazón y allí me metía al punto que creo que nadie sabía nada de mí. 
Crecí con esa premisa de no le cuentes nada a nadie o no digas nada de esto o aquello o no hables de este o aquel tema. Pase muchos años de mi infancia con una crianza extraña a la que se le sumaba la situación histórica.
Lo que me salvaba y me mantenía con esperanzas era el saber que en vacaciones de invierno y verano mis abuelos venían por mí, que iba a respirar ese aire de paz y felicidad que me daba fuerzas para seguir, veía a mis amigas de la infancia, mis tías y tíos y todas mis abuelas postizas que hacían que la vida, mi vida, se llenara de mimos, colores y alegría.
Durante el año me transformé en nómade, me la pasaba de casa en casa, es que con el tiempo entendí que buscaba no estar en la mía por lo que siempre que podía me quedaba a dormir o pasar el fin de semana en algún lugar, tengo una lista interminable de gente donde me quedaba a dormir, amigas de colegio, familias amigas de mis padres, amigas de mi madre, no sé, yo buscaba siempre la forma de quedarme en algún lugar antes que estar en mi casa. 
En las vacaciones con mis abuelos seguía jugando con mis amigas y de esos momentos si tengo todos los recuerdos marcados como si estuvieran pasando hoy, ahora, el sonido de las hamacas, nuestros primeros monopatines, el que ya nos podíamos alejar un poco más y no solo limitarnos a esa calle, tardes en el club o el río, el grupo de amistades se ampliaba a medida que crecíamos y los juegos ya duraban hasta la medianoche, mientras mis abuelos y los padres de mis amigas se juntaban en algún jardín a charlar de cosas de la vida. No importaba si nos comían los mosquitos o nos aterrizaba algún escarabajo en la cabeza, era hora de jugar, charlar y divertirnos, para eso eran las vacaciones y para eso éramos niños.
Pero mi felicidad no duraba para siempre y sabía que debía volver, nunca lo hacía sin antes preguntarle a mis abuelos porque no podía vivir con ellos, porque debía volver a mi casa. Allí me sentía segura, allí era yo, allí era libre sin fantasmas que me acecharan ni atacaran, allí era realmente feliz y aun hoy cuando voy de visita a ver a mis tíos y primos, a mis amigas de infancia y recorro el barrio y las calles de la ciudad me sigo sintiendo feliz y libre. 


5/10/2023

PREGUNTAS LUEGO RESPONDIDAS



Nunca pude saber por qué vivía con mis abuelos. Recuerdo haberle preguntado a mi madre y ella me negó que hubiese pasado tanto tiempo allí con ellos.


Pero la vida que pone todo en su lugar hizo que lo descubriera: mi padre estaba estudiando y ya tenían dos hijos, digamos que la tercera, yo, no estaba en los planes y tantos chicos en la casa le impedía estudiar asique optaron por enviar a uno, a mí, a vivir a otro lado. Esa fue la razón, 2 hijos molestan menos que tres. Cabe aclarar las diferencias de edades mi hermana me llevaba 3 años y mi hermano 1. 


Nunca hagan eso, no dejen a sus hijos vivir una vida que luego le van a arrebatar cuando ellos no entienden el porqué, fueron momentos muy duros y se pusieron peor.


Cuando volví con mi familia no me sentía en mi lugar, sentía que esa familia no me pertenecía, extrañaba mi otra vida, mis amigas, era una niña de 5 años y no entendía. ¿Yo le decía a mi abuela porque no puedo ir a la escuela acá? ¿Porque no puedo ir con mis amigas? ¿Porque no puedo vivir acá? Y ella solo me decía porque tu mamá, tu papá y tus hermanos están allá. 


La primera infancia es donde se produce la pertenencia, donde se generan los vínculos familiares, donde se logra el saber que uno forma parte y logra integrarse a ese grupo, no hablamos de solo sangre o herencia hablamos de una mente que se está formando y adaptando a lo que lo rodea, creando vínculos y afectos, aprendiendo dinámicas y costumbres. Esa es la importancia de no separar a un niño de su familia a menos que sea una situación extrema que requiera esa separación. 


5/09/2023

UN CUMPLEAÑOS



Recuerdo que me festejaron un cumpleaños, creo que fue el único en mi infancia, eran mis cinco años y mi abuela me organizó la fiesta, el barrio donde vivían estaba lleno de chicos asique yo tenía muchas amigas y si no eran amigas o amigos, lo mismo se invitaban. 
Le encargó la torta a una vecina que era decoradora de tortas, estaba hermosa. 
La casa se llenó de globos, manteles y adornos de cumpleaños, llegaron muchos chicos y mis tíos, eran mis cinco años y ahora que lo pienso era también como una fiesta despedida ya que al año siguiente debería volver a la que debía ser mi verdadera residencia con mi familia ya que comenzaba el jardín de infantes. 
Nunca más tuve fiesta de cumpleaños.


 

5/08/2023

TÍOS



También pasaba tiempo con mis tíos, a dos casas de mis abuelos vivían dos de ellos, mi tío trabajaba en una fábrica y mi tía era maestra.

Cuando yo estaba en casa de mis abuelos veía venir a mi tía de la escuela con su guardapolvo blanco y un pesado portafolio y llena de libros, laminas, cuadernos. 

Yo le decía a mi abuela me voy a la casa de la tía y allí partía a saltitos esas dos veredas, abría la puerta (antes las casas tenían sus puertas sin llaves ni trabas) la saludaba, ella me daba uno de esos besos llenos de cariño y me servía la merienda, merendábamos juntas, no importaba si yo ya había merendado, con ella volvía a merendar y luego recuerdo que desplegaba todo el material de la escuela, cuadernos de alumnos para corregir, pruebas y trabajos, llenaba su carpeta con todas las actividades y ejercicios para el día siguiente, llenaba planillas, hacía láminas y yo la miraba callada dibujando, leyendo o viendo los libros y cuadernos de sus alumnos. Eran unas horas hermosas compartidas.

Luego llegaba mi tío, sacábamos todo de la mesa y charlábamos allí hasta que nuevamente iba a casa de mis abuelos.

5/07/2023

A VECES LA VIDA...

A veces la vida nos pone pruebas y nos hace rememorar toda nuestra historia, lo que vivimos, y preguntarnos si fue así o solo es lo que nosotros nos armamos, eso me pasó y salí a buscar la verdad, mi historia, preguntando, investigando y rememorando conscientemente todo lo que me fue pasando para al final saber si estaba equivocada o no.


EL COMIENZO





Recuerdo que pasé muchos años con mis abuelos, maternos y paternos, de una casa a la otra. Vivía con ellos.

Mis abuelos maternos vivían en un pequeño barrio de 4 manzanas

Aún me acuerdo de esas cenas donde mi abuela me hacía los fideos con manteca que tanto me gustaban, la golosina que comía después, la delicia de los tomates que cosechaba en la quinta de mi abuelo y cuando le sacaba las verduras de allí para hacerle la comida a mis muñecas.

Arrastraba un banquito para poder llegar a esas dulces mandarinas o ciruelas, dependiendo la estación, que luego comía ahí, al píe del árbol como dicen.

Recuerdo también que me encantaba caminar descalza por ese jardín que mi abuelo tenía verde y cortado a la perfección, como una alfombra.

Me cruzaba a las casas de mis amigas donde jugábamos en el porche, sobre ese piso de mosaico tan fresco en verano, luego, nos íbamos a la esquina debajo de los árboles, donde cantaban las chicharras y nos hamacábamos por horas hasta que nos comenzaban a llamar para almorzar, tomar la merienda o cenar, es que nos pasábamos todo el día ahí jugando, charlando, pasando el rato.

Mis abuelos tenían una de esas mesas con bancos que son de cemento decorados con pedacitos de azulejos, el famoso mosaiquismo, a mí me gustaba saltar de banco en banco ya que la mesa era cuadrada y era muy divertido. Mi abuela siempre me decía te vas a caer, te vas a caer, hasta que un día me caí. Resultado: 3 puntos en la pera, creo que me cosieron sin anestesia porque hasta el día de hoy me veo la cicatriz y me duele aunque no sé si me dolió más eso o la jeringa de vidrio que se ponía a hervir y tenía una aguja larguísima, los antibióticos antes eran inyectables. Pero mis abuelos remediaron todo con un chocolate con maní gigante (mi debilidad hasta el día de hoy) y una muñeca, por haberme portado tan bien ah y el derecho a pasar todo el día acostada en la cama de ellos.

Otros días iba a la casa de mis otros abuelos, ellos vivían en otro lugar, pero a unos pocos kilómetros de distancia.

Allí no tenía amigas, pero me divertía muchísimo, le abría todos los paquetes de figuritas a mi abuelo, que para mi alegría tenía un quiosco, librería, regalería, etc, para buscar el que traía la sorpresa, ante su mirada cómplice, mi alegría fue inmensa cuando me salió un premio por un anillo, ahí andaba yo con un anillo de dudoso metal dorado y un diamante plástico encima, yo lucia mi joya con quien quisiera verla.

Nos poníamos en el mostrador a contar las monedas haciendo pilitas según su valor, luego, me iba al patio de atrás a tratar de agarrar un conejo y lo que más me divertía era “ayudarlo” a moler el maíz, molía una bolsa entera en una máquina que tenía allí colocada para darle de comer a las gallinas, por supuesto que no era ninguna ayuda, no olvido su cara preguntando ¿quién molió todo el maíz?

Me encantaba jugar en esa galería de mosaicos con olor a jazmines, donde colocaba un juego de botellón de licor con copitas tallado en madera, aún siento el olor de esa madera, amaba ese juego. Me sentaba con mis muñecas y jugaba a que tomábamos el café con otro juego de porcelana de mi abuela y una copita de licor.

Antes de irme, porque pasaba una semana en la casa de cada abuelo, llenaba una canastita rosa con tapita, como si fuera la canastita de Caperucita Roja, con todo tipo de caramelos, de menta y media hora para mis abuelos, masticables, chupetines, de maní con chocolate, bocaditos Holanda, etc. Mi abuelo me decía llenala pero la tapa tiene que cerrar bien y no hay más golosinas hasta la próxima semana y allá iba yo metiendo la mano en todos los frascos para llevar y compartir.

Mi abuelo fue la persona más permisiva, consentidora y complaciente de mis caprichos. El me llevaba todos los días el desayuno a la cama, no importaba el clima ni nada, le sacaba todo lo que me gustaba de su negocio, lápices, cuadernos, juguetes. Recuerdo que pasaba horas con el allí y hasta salíamos a pasear. No recuerdo a la casa de quién, pero si recuerdo que íbamos a la casa de alguien con un patio enorme y lleno de flores, con un piano en la entrada que yo tocaba, obviamente sin saber tocar. Él se fue cuando yo era muy pequeña pero nunca voy a olvidar el dolor y el vacío que sentí por primera vez por la ausencia de alguien.

Recuerdo que no entendía muy bien, estaba como atontada, pero hay escenas que no se me olvidan, mi abuela llorando en la cama y yo abrazada a ella, llegar a esa casa y que el ya no esté. Fue mi primer enfrentamiento con la pérdida.

3/14/2014

LOS RECUERDOS



Los recuerdos vienen solos, uno no los busca, ellos simplemente llegan, por un olor, un objeto, una textura, una voz, una música, cualquier cosa, por ínfima que sea, puede evocar un recuerdo.
Y yo recuerdo, mi primera infancia, esa etapa que viví con mis abuelos, el sabor del flan casero, las golosinas robadas en las siestas, el olorcito agradable del puro de mi abuelo, la voz de mi abuela llamándome a comer, el sonido de las chicharras en la plaza que se confundía con las voces de mis amigas de infancia.
Que feliz era, recibía tanto afecto, pero con los años me pregunte: ¿Por qué viví allí? ¿Por qué me llevaron lejos de mi familia? Y aun ahora me lo pregunto sin que nadie me de una respuesta y con el tiempo aprendí que ahí estaba mi falta de pertenencia, es que un día volví, ya habían pasado 6 años desde que había partido, y extrañaba mis habitaciones, el desayuno en la cama que mi abuelo Luis me llevaba, las travesuras que hacía en su negocio, la sirena de la fábrica que marcaba el momento en que mi abuelo Nando llegaba a casa. Todo eso extrañe, y me sentí rara y me siento rara, es difícil de explicar eso de la pertenencia, es que se siente que mis padres no son mis padres, mis hermanos no son mis hermanos, ese mundo en el que me encontré no era mi mundo.
Y extrañé y extraño a mis abuelos y en muchos momentos me gustaría que estuvieran para saber, si ellos, pueden explicarme, darme una respuesta.
Y ahora adulta, ya sin una familia a la cual pertenecer, cree la mía y en ella incluí a mis amigos y amigas y ahora si siento la pertenencia, pertenezco a un grupo de afectos que son míos.
Aún extraño esas viejas épocas y no puedo evitar una puntadita como espina en mi corazón, es que las respuestas no dadas pueden ser tan dolorosas como las verdades que no se quieren escuchar.
Y seguiré con mi duda: ¿porque estaba tan lejos de mi familia verdadera?



MENSAJE



Mi celular suena.
En la pantalla, letras. “Envía un mensaje así sabemos que estas bien”. Lo leo y lo releo. Vaya, vaya que ironía pienso. Más de un año sin saber de mi y ahora esto.
¿Es que no se dieron cuenta de la gran herida que produjeron?
¿Es que no piensan que ellos dejaron sola a su hija?
¿Es que ni por un minuto se les ocurrió llamar en vez de enviar ese mensaje?
¿Es que no se dieron cuenta que ahora ya todo está perdido y es tarde?
Es que, es que, es que…
Las preguntas inundan mi cabeza, mi corazón se encoje de dolor, mis ojos se llenan de lágrimas de impotencia. Muchas palabras invaden mi boca.
La herida nuevamente se abre y con ella todo el dolor vuelve, toda la historia, todas esas imágenes corren por mi mente, ¿es que esto seguirá siendo historia sin fin? ¿Es que así se prolongara mi maldita bendita vida?
Y yo te pregunto maldita bendita vida, ¿hasta cuándo te vas a empecinar en borrar mi sonrisa, vas a darme alguna vez un respiro más prolongado o tendré que seguir soportando el tener mis alegrías de a ratos?
Juré que no me iba a dejar vencer mas, que nadie tendría derecho a hacerme sufrir nuevamente, lo juré ¿te acordás maldita bendita vida? Fue en ese nefasto día en que me propuse que todo cambiaría.
Y lo vuelvo a jurar, nadie tendrá derecho a volverme  a lastimar.
Sigo mi camino, con el propósito de dejar atrás mi historia, llevaré solamente lo lindo, mi propia y hermosa familia, mis lindos recuerdos vividos, las bellas personas que me acompañan en el camino de la vida y hoy, ante tu nuevo golpe, solamente te digo maldita bendita vida ya no me vas a volver a lastimar.





2/10/2014

TODO SACRIFICIO MERECE UN PREMIO



- Chicas voy a dar los temas así forman los grupos, no más de seis integrantes, para el próximo trabajo práctico oral.
Uuufff oral, ese fue el primer pensamiento que se vino a mi mente, yo no puedo con esto. Traté de pensar en alguna excusa, hablar con la profesora y explicarle, pero al final me dije: bien si hay que hacerlo, lo haremos.
Nos juntamos el grupo, organizamos el material teórico, dividimos los temas, hicimos los afiches, en fin preparamos todo el material. En varias reuniones nos tomamos mutuamente lo estudiado, mis temas fluían solos, estaba segura que lograría exponerlos por que los sabía.
Llegó el temido día. Como nunca el aula estaba repleta de alumnos, la profesora llegó y se sentó en un banco en medio del salón, ayy no, que vuelva al escritorio así no tengo que ver a esa multitud, pensé yo, pero nada, siguió allí en su lugar elegido.
Una a una mis compañeras expusieron hasta que llegó mi turno de hablar. Una gran laguna mental, casi un océano, se apoderó de mí. No recordaba ni como me llamaba. Un gran silencio flotó en el aula y la profesora que decía
- Bien, vos podés y te escuchamos.
Fueron unas pequeñas palabras de aliento que me dieron las fuerzas para poder decir lo estudiado, sentí mi voz, temblorosa y no sé si muy clara, cerré los ojos y realicé mi exposición, fueron los treinta minutos más largos de mi vida, entre hablar y exponer el material que aun no sé si alguien entendió.
Listo, ya terminé, ya está, las manos me sudaban, el cuerpo me temblaba, sentía la boca seca y un gran nudo en la garganta, debía salir de ahí sin pérdida de tiempo y eso hice, me fui afuera. Respire hondo en el parque solitario, comencé a relajarme un poco y decidí que debía volver al aula.
La clase ya había terminado y la profe me estaba esperando.
- Vení acá – me dijo.
- Si profesora, acá estoy
- ¿Qué pasó? – Me preguntó y continuó diciendo – Yo te conozco, se que estudiaste, se que sos aplicada en todo lo que haces y pensé que darías una excelente exposición y ahora estoy desconcertada por la nota que te voy a poner, no lo sé.
- Yo no voy a quejarme de su nota, se que fue un desastre mi exposición, en verdad estudié pero tengo un problema, simplemente no puedo hablar delante de tanta gente. Eso es todo lo que puedo decirle y sé que no es excusa, es simplemente lo que me pasa.
Ella me miró pensativa
- Está bien, ahora te entiendo, en la segunda parte del práctico que darán la próxima semana voy a evaluarte y te voy a ayudar en algo para que puedas lograrlo.
Los días pasaron y yo pensaba en esa segunda clase pendiente. Llegó la hora del práctico, la profesora nos convocó en un aula más grande, allí parecía que no había tantos alumnos, a pesar de la gran cantidad aparentaba ser un grupo reducido y eso me hizo sentir más relajada.
Al fin la gran tortura que era la exposición para mi terminó. Ahora venía el momento de la nota.
La profesora me llamó para hacerme la devolución y en verdad lo que me dijo me sorprendió y emocionó.
- Tu nota iba a ser un cuatro, es que no fue buena tu exposición, vos misma lo notaste, pero sabes, yo evaluó todo cuando ustedes exponen, no solo me interesa que sepan el tema también veo el esfuerzo, la actitud, el trabajo de manera integral. En tu caso, sabiendo ahora tu problema y conociendo tu trayectoria en el aula, voy a subir tu nota a un ocho. Simplemente porque tu esfuerzo vale más que cualquier lección bien o mal dada, estás acá en el aula todas las clases, sin siquiera faltar y eso es un sacrificio muy grande, merecés un premio solamente por eso.
No me salían palabras para responderle, solamente recuerdo un nudo en la garganta.
- Muchas gracias profesora. En verdad si es un sacrificio el que hago pero es un sacrificio con placer porque me gusta mucho la carrera. Estoy tratando día a día de superar mi problema y recibir el aliento de los demás en verdad me ayuda mucho.
Así con un nuevo empujón fui recorriendo ese año hasta finalizarlo. La vida me hizo cambiar el rumbo, pero aun sigo teniendo esas palabras: todo sacrificio por más insignificante o grandioso que nos parezca merece un premio. Y ahora yo me autopremio cada vez que logro hacer algunas de esas cosas que el pánico me impide hacer. Simplemente me premio para seguir adelante rompiendo barreras.

Y aun hoy sigo pensando en esa profesora, que no solamente daba unas clases magistrales, si no que tenía la capacidad para evaluar al alumno de una manera integral y la única en años de carrera que se tomaba el tiempo necesario para hacer una devolución de la nota puesta. Considerar al alumno, no como un simple apellido o número de matrícula sino como una persona que aprende cada día, debería ser la forma más correcta a la hora de encarar la educación.


 

BATALLA GANADA



Descubrí hoy que estoy en problemas, inmersa en mi mundo, buscando la forma de resolver las cosas, protestando por lo que me pasa, luchando contra mi interior, ese interior que en una parte no encuentra la paz, me di cuenta que estoy en un retorno.
Hoy me di cuenta, al salir, que el pánico, maldito pánico, se apoderó de mí.
Palpitaciones, manos sudorosas, las piernas flojas sin poder sostenerme, temblor total, pero decidida, lo mismo salí, sin mis pastillas milagrosas que me hacen llegar a lo imposible, deteniendo lo que mi cabeza, mandando montones de síntomas, planea.
Y salí, contra la voluntad de mi propia mente, salí y al volver la satisfacción me invadió.
¡¡Bien por mí!! Un nuevo día, una nueva batalla ganada a mi propia mente.
Te informo pánico que no me voy a dejar vencer fácilmente, voy a seguir luchando día a día contra vos y contra los planes de mi propia mente.

7/11/2013

A DOS AGUJAS





La primera mitad del año se hacía larga, es que lo único que esperaba era la llegada de las vacaciones de invierno y los días parecían no pasar.
Preparaba todo con tiempo, comenzaba a juntar el dinero desde que terminaban las vacaciones de verano, para ello resignaba la plata de la merienda en la escuela, es que nada era tan importante como pasar las vacaciones con mis abuelos y amigas.
El ultimo de de clases antes de las vacaciones de julio ya tenía mi pasaje en la mano, la mochila ya estaba preparada y ya todos sabían que viajaba.
Partía a la terminal de ómnibus, lo primero comprar el librito de Mafalda, para hacer más ameno el viaje,  la etiqueta de cigarrillos que fumaba a escondidas de mis abuelos y los chicles de menta por supuesto. A ellos les llevaba una caja de sus alfajores favoritos, mitad dulce de leche, mitad de membrillo. Subía al colectivo directo a Rosario, me ganaba la impaciencia por llegar, viajaba llena de alegría por ver a mis afectos. Una vez en Rosario tomaba el otro colectivo, el que me llevaba a mi destino definitivo.
Al fin allí estaba el barrio, un grupito de manzanas con casas todas iguales, rodeado de arboles donde cantaban las chicharras, en barrio pequeño de gente trabajadora y en donde todos se conocían. 
Caminaba por la plazoleta, entre toboganes y hamacas, tomaba la calle y ya divisaba la casa de mis abuelos. La alegría ya era inmensa, llegaba, los abrazaba y besaba infinitas veces. Respondía todas sus preguntas, les contaba todo lo del viaje, me instalaba en mi habitación y salía al encuentro de mis amigas. A ellas las conocía desde niña y con ellas me hice adolescente. Nos contábamos todo sin dejar detalles de nada. Nunca había nada programado, los días corrían tranquilos entre salidas, charlas, confidencias y risas.
Las noches eran lo más placenteras, luego de la cena venia la hora del tejido con mi abuela. Levantábamos la mesa, poníamos la cafetera al fuego, sacábamos una botella de licor, las copas, revistas de tejido, juegos de agujas y montones de ovillos.
Y ahí, en la mesa del comedor, junto a la estufa nuestras charlas se unían  al tejido, allí entre dos agujas yo le contaba mi vida, escuchaba atenta sus historias, recibía sus consejos y sus palabras de aliento.
Mi abuelo nos acompañaba en silencio, con su copa de coñac mientras veía la televisión y cada tanto cabeceaba vencido por el sueño.
Eran horas placenteras que me dejaron hermosos recuerdos.
Abuelos: cuanto los quiero, no puedo medir mi cariño, no puedo medir mi afecto.
Solo sé que fueron lo más importante para mí, tanto amor me dieron, tantas cosas bellas que quedaron en mi corazón. 
Aun hoy los siento aquí a mi lado y en los momentos de tristeza y en mis momentos de alegría aun comparto con ustedes todas mis experiencias de vida.







7/10/2013

Y ACA ESTOY...



Y acá estoy, viviendo la vida, contando mi historia, preguntándome que mas me faltó, sintiéndome feliz por momentos triste por momentos, buscando el equilibrio que a veces no encuentro.
Llena de preguntas sin respuestas, tratando a veces de consolar mi propio dolor, ese dolor que trato de dejar pero que por ratos aparece y lastima. Dejo atrás el pasado pero siento que el pasado no  me puede dejar y decide volver, vuelve en otros hechos distintos pero que se hacen recuerdo de lo que ya fue.
Me complace seguir de pie y los momentos tristes están, nunca se irán,  pero sigo luchando contra ellos, seguiré hasta el final y sé que llegará el día en que todo cambiará, es lo que busco, ese cambio que definitivamente logre que mi alma tenga paz, que mi rostro tenga la sonrisa eterna.
Y acá estoy, haciéndome preguntas sin respuestas, buscando explicación a las cosas, ¿Por qué me pasó a mí? ¿Cómo pueden los padres dejar de relacionarse con sus hijos? ¿Por qué si la vida es linda a veces parece tan dura? ¿Cómo se puede fingir lo que no se siente? ¿Porqué el amor duele cuando no se siente recíproco? 
Y la respuesta parece ser una y única, es la vida, la vida que llena de experiencias, la vida  que enseña con el dolor, la misma vida que nos da las alegrías y que en definitiva buena o mala,  dolorosa o no es la que nos hace comprender que estamos vivos y que podemos hacer algo con eso.
Y ahora sí me convenzo que si todo eso me pasó algún sentido tenía y lo encuentro acá en el contar, esta es mi vida, de allí salí, con mis historias me formé, ella me hizo lo que soy, así, simplemente así, alegre y melancólica, con ideas propias, con pensamientos propios, así sin importarme lo que piensen, orgullosa de mi, orgullosa de lo que hice y fui, orgullosa de lo que hago y soy.



5/30/2013

Y AL FINAL NOS ABRAZAMOS… HISTORIA DE CHAT






Cuando comento que chateo la gente me mira extrañada, es que en su mayoría todos descreen de la amistad que allí se puede formar. Muchos piensan que no se puede conocer en ese medio a una persona tal cual es, no creen en los amores que pueden nacer, en las amistades que allí se pueden forjar. Yo siempre pensé que en un chat  pueden surgir amistades genuinas, es que es el único lugar donde las personas que se manejan con sinceridad pueden conocerse y aceptarse tal cual son, sin importar nada más y a mí me pasó.
Una noche de aburrimiento entré en un chat y ahí estaba Clau, no recuerdo bien los detalles, pero si sé que nos llevamos bien desde el principio y entre charlas grupales y bromas descubrimos que vivíamos en la misma ciudad. Al principio fue sólo una anécdota. Luego con el tiempo llegaron Vic y Ouro, ellas, las porteñas. Clau y yo, las cordobesas. Y nos seguimos juntando, nos contamos nuestras historias, hablamos de lo cotidiano, el trabajo, los hijos, los maridos, las vacaciones, infinitos temas. Nos juntábamos casi todas las noches en una cita obligada,  nos conocíamos, intercambiamos faces, fotos, correos, celulares.
A alguien se le ocurrió el skype y allí corrimos a buscar micrófonos y auriculares. Nos conectamos una noche y hablábamos por turno para conocernos la voz, ¡qué emoción! las letras del chat ahora tenían sonido y hablábamos, hablábamos, hablábamos.
Los lazos se hicieron más fuertes y a pesar de sucesos desagradables que nos llevaron a separarnos nunca se rompieron. Fue una etapa de gran dolor pero sirvió para darnos cuenta de lo fuerte que era nuestra amistad.
El tiempo pasó, ya no se cuanto y comenzaron las promesas de conocernos personalmente, deseos de vernos, es que de tanto hablar uno ya tiene ganas de conocer al otro  y fue así que planeamos el encuentro. Llegó el día.  Al fin no conoceríamos Clau y yo. Nos encontramos, ¡¡qué emoción!! ¡Que abrazo! ¡Abrazo hasta las lagrimas! Nos mirábamos, nos abrazábamos, ¡hola!, ¡hola!, ¡hola!, ¡no lo puedo creer!, eran las únicas palabras que nos salían y nos abrazábamos y nos mirábamos. Es que ya dejamos de ser un Nick en la pantalla, ya nuestras voces, nuestras letras,  tenían una cara.
Luego de ese trance del encuentro hablamos, hablamos, hablamos y nos sacamos fotos y las mandamos a Ouro y Vic y nos conectamos para compartir con ellas nuestra emoción y hasta ellas lloraron. 
Nuestra amistad sigue creciendo y seguimos viéndonos y seguimos escribiendo en el chat y seguimos con el skype y estamos ansiosas esperando concretar el paso final, encontrarnos las cuatro, seguramente para de nuevo abrazarnos todas y llorar.
Y si, que puedo decir, yo soy una de esas personas que cree en la amistad, que cree que es posible encontrar un alma gemela del otro lado de la pantalla con quien forjar una amistad real, con sentimientos y es que yo encontré en ellas Clau, Vic y Ouro a mis amigas, a esa familia que ya no tengo, a mis hermanas que de algún modo alguien puso en mi camino, no tienen mi sangre pero son mis hermanas del corazón las que están, las que me sostienen sin preguntar, las que me dan todo y mas, las que me acompañan, las que respetan mis silencios y mis momentos de soledad, las que bancan mis locuras y acompañan mis risas. Ellas son mis amigas especiales, mis amigas virtuales,  que de tanto querer se convirtieron en reales.