6/28/2023

CUANDO LA VERDAD GOLPEA



En uno de mis viajes a ver a mis abuelos entré a la casa de mi abuela paterna y la encontré en el patio en una silla de ruedas, no podía creer lo que veía, nadie me había dicho que estaba así y yo no lo entendía. Le pregunté a mi tía que pasó, porque esta así, no sabía nada y ahí me contó que tenía arterioesclerosis. Yo estaba en shock sin entender cómo se podía mantener en secreto semejante situación. Mi relación con mis padres nunca fue fluida, ellos tampoco sabían nada de mi vida, después de esa situación en el jardín donde no me creyeron opte por no contarles nada de lo que hacía o dejaba de hacer y por otro lado ellos tampoco preguntaban, por lo que nunca les dije nada, solo seguí con mi dolor de ver así a mi abuela. 
Lamentablemente solo pude quedarme unos días y volví en las vacaciones de invierno, a ella le habían amputado una pierna y estaba ahora en cama. Recuerdo que llegué y ya no me reconocía.
Algo que ella hacia cuando yo era chica era cepillarme el pelo como una manera de hacerme mimos, mi abuela materna me rascaba la cabeza y ella me cepillaba el pelo. Un día, ella tenía unas muñecas a las que les cambiaba la ropa y acunaba, y me dijo tráeme mi muñeca y el cepillo que la voy a peinar, yo se lo llevé y me acosté a su lado y con otro cepillo comencé a cepillar su pelo, es la última escena que tengo grabada en mi memoria con ella, la escribo ahora reviviéndola mientras lloro, ese fue mi último día con ella, al día siguiente yo me tenía que ir. 
En mi casa estábamos solos con mis hermanos, mis padres estaban en la casa de mi abuela cuando nos avisaron que había fallecido, nosotros les dijimos que iríamos allá, que queríamos estar ahí para despedirnos, que le avisaríamos a la vecina para que cuidara la casa y saldríamos en ese mismo momento, teníamos todo para viajar pero ellos nos dijeron que no, que nos quedáramos, que no viajáramos, nunca pude entender porque, nunca pude aceptar esa negativa, no pudimos despedirnos, no pudimos estar, solo fue un “no hace falta que vengan, quédense ahí.” 
Hay veces que es muy difícil perdonar a los padres cuando nos causan dolor, no todo se puede perdonar, no todo se puede olvidar, no hay justificativos para ciertos actos. 
Yo había perdido a mi abuela que era mucho más que una simple abuela, con ella teníamos nuestros momentos de complicidades, cuando era chica y luego que mi abuelo falleció yo dormía con ella en la cama grande, dormíamos abrazadas mientras ella me acariciaba la cabeza, desayunábamos en las tazas donde mi abuelo me servía el mate cocido y nos servíamos los biscochos nueve de oro con queso cascara colorada y dulce de batata, las dos amábamos esa combinación, también nos sentábamos con una cuchara sopera cada una y nos comíamos el budín de pan con pasas de uvas y dulce de membrillo que ella preparaba y era el más rico que he comido en mi vida. Esos momentos se fueron y dejaron una nueva cicatriz en mi corazón que ya venía tan golpeado.


 

5/27/2023

COLEGIO NUEVO ¿VIDA NUEVA?


Consiguieron un nuevo colegio y allí comenzó una nueva etapa en mi vida de destierro, desolación y padecimientos. Mi caparazón era cada vez más impenetrable y mi coraza más dura, ya no confiaba en nadie, ya no creía en nadie, ya no pertenecía a ningún lado. 
Mis padres tenían un matrimonio amigo, ellos tenían dos hijos varones uno un año menor que yo y el otro de unos 4 años más o menos. Una noche nos avisaron que el había fallecido, era muy joven y ella quedó sola con sus hijos. Como su hijo mayor iba a entrar en un Liceo Militar para continuar allí la secundaria no iba a estar en toda la semana y si se portaba bien los miércoles lo iban a dejar dormir en su casa. No se cómo fue, pero yo terminé yendo a dormir durante las semanas a la casa de ella para hacerle compañía. Ese fue un nuevo remanso de paz para mí ya que yo la consideraba como una tía a ella y sus hermanas, una abuela a su madre y sus hijos eran como primos para mí. Fueron muchos años en los que también yo iba y venía de su casa a mi casa, charlábamos mucho, tejíamos, pasábamos momentos muy lindos y me sentía comprendida por ella. 
Fue también muy importante en este proceso de transición y descalabro en mi vida, porque a ella si le contaba cómo me sentía y ella me entendía, aconsejaba y hablaba. 
Hay momentos en la vida donde uno se da cuenta y siente bronca por haber tenido que dejar gente en el camino sin querer hacerlo, solamente para que otros no los perjudiquen y puedan seguir sus vidas tranquilas. 
La nueva escuela no fue buena, no sé cómo serán otras, pero esa fue una escuela donde sentí tanta discriminación como nunca había sentido. Luego de muchos años y de volver a encontrarme con algunas ex compañeras descubrí que hay personas que nunca van a cambiar, algunas que si aprendieron de la vida y otras con las que nunca hablamos y ahora nos pasamos horas, café mediante, hablando amenamente y pasando momentos productivos que me cargan de energía.
Yo venía de una escuela de monjas donde concurrían chicas del barrio, donde nunca me había sentido menos, donde me importaba la persona y no sus pertenencias, si ya se yo tenía mi coraza, yo ya venía golpeada, pero si íbamos a un retiro espiritual o un paseo yo hablaba con todas, me juntaba con todas, me divertía con todas. En esta nueva escuela eso no me pasaba, no la pasaba bien ni en la escuela ni en los viajes.
Creo que fue recién en el último año donde logré congeniar con algunas chicas, donde me sentí que pertenecía a un grupo y tenía algunas amigas. En este colegio fue donde me sentí más discriminada y en verdad no sé porque, se burlaban de mí, se reían en mi cara, cuando llegaba se callaban y aún sigo sin entender el porqué. No digo todas porque en verdad no tenía relación con casi nadie, pero si una gran mayoría.
Hasta el día de hoy sigo sin relacionarme con este grupo y solo conservo uno que puedo colocar en el puño de mi mano y me sorprendo encontrándome y saludándome con mucho cariño con algunas. Las relaciones humanas pueden ser muy complicadas pero lo peor es que nos marcan de por vida, nos dejan cicatrices hechas a fuego que a veces no cierran y nos sirven para recordarnos cuan compleja es la vida y cuán difícil es lograr relacionarnos abiertamente.


 

5/24/2023

Y LLEGÓ LA SECUNDARIA

 


Desolación Silvana Torres


La adolescencia no mejoró nada, sino que empeoró todo.

Cuando uno vive a la sombra de alguien o de un apellido la vida puede ser muy dura.

Ya en primer año apenas me nombraban me decían a sos la hermana de …. Y no me quedaba otra que decir sí.

Las comparaciones son odiosas, no lo hagan, no le digan a nadie sos la hermana, la hija, la sobrina etc, de…. Porque ya marcan un condicionamiento, porque el ser algo de alguien no significa que seamos iguales ni para bien ni para mal, no lo hagan.

Ser la hermana de… hizo que yo hiciera todo distinto a lo que ella hacía, una porque éramos el agua y el aceite, no nos conocíamos (literal vivíamos bajo el mismo techo, pero yo no sabía nada de ella y ella no sabía nada de mí, hasta el día de hoy creo que yo se cosas de ella, pero ella de mí no sabe nada). 

Yo estudiaba, pero lo mismo me llevaba materias a rendir que luego aprobaba porque las sabía, pero algo me frenaba y me decía no, hacete la que no aprendiste. 

En todo ese proceso estaba el tema de no ver, mi miopía, yo, aunque me sentara en el primer banco no veía el pizarrón, por lo que nunca tenía mis carpetas completas ni podía copiar, siempre debía pedir a mi amiga sus carpetas y así poner al día las mías, era desgastante querer hacer las cosas bien y no poder. 

En segundo año y acá viene el otro problema de ser la hija de…, una profesora, que iba a tener desde primero a quinto año, tenía un problema con mi padre por lo cual ya me había mandado a rendir dos años seguidos su materia, la cual no me aprobaba, no era una materia difícil y creo que las estudie tan bien que hasta el día de hoy las recuerdo. 

Me desaprobó en primer año, me quedó previa y luego me desaprobó en segundo año por lo que me quedaron dos materias previas, el mismo día y luego de rendir con ella, debía rendir geografía y como era tanto el destrato y el estrés que esta profesora me hizo pasar se me olvidó todo lo que había estudiado de geografía, mi bloqueo era enorme, no me salía ni una palabra, me quedé muda completamente, recuerdo que la monja que me tomaba geografía llamó a mi madre para que fuera a buscarme y cuando habló con mi madre y la profesora, delante mío, la profesora me miró con cara burlona y dijo: “aunque te hubiese aprobado la hermana vos me vas a tener el año que viene otra vez o sea ahí ya vas a tener que rendir tres materias conmigo y como tampoco te voy a aprobar, lo mismo vas a repetir, por lo que yo creo que te conviene irte ahora del colegio y repetir en otro porque acá no vas a terminar nunca.”

Mi madre guardó silencio, la monja guardó silencio y nos fuimos. 

 Llegamos a mi casa, mi padre llegó del trabajo y preguntó cómo me había ido, mi madre le contó todo lo que había pasado y el no dijo NADA, absolutamente nada nunca, no fue a hablar, no pidió explicaciones, no se hizo cargo, nada. 

Yo me fui a mi pieza y fue uno de los días en los que más he llorado. Aun lo recuerdo y se me caen las lágrimas, me sentía totalmente desolada, impotente y desamparada. Mi madre me abrazó y solo me dijo ya vamos a buscar un nuevo colegio.

Volví hablar con mi abuela, que fue la única que me consoló y le pedí que me llevara con ella, pero mis padres no aceptaron. 


5/22/2023

Y COMENZÓ LA ESCUELA

 


Mi paso por el jardín de infantes fue muy duro, allí sufrí mi primer abuso por parte de un compañero que tenía como 3 años más que yo, le conté a mi maestra y a mi mamá que un chico me tocaba debajo de la mesa, que se metía en el baño cuando yo entraba y ellas no me creyeron, fue muy duro y difícil, yo me cambiaba de banco, pero él siempre se sentaba al lado mío y no encontraba la forma de defenderme. 
Luego supe que ese chico vivía a la vuelta de mi casa, con los años, cuando era adolescente, se suicidó. Cuando me enteré de esa noticia no sentí nada, solo un alivio de saber que ya no debía temer al pasar por esa cuadra. 
Muchos creen que son cosas de chicos, pero les aseguro que no lo son, el abuso infantil se da también de esta manera y duele mucho. 
Eso hizo que mi carácter fuera muy retraído, ya no confiaba en nadie, no tenía amigos en el jardín, no jugaba con nadie y solo me la pasaba leyendo o dibujando. Tampoco podía lograr una conexión con mi familia, sentía que no era allí donde pertenecía, ese no era mi lugar, no era mi mundo. Lo pasé tan mal que no tengo registros de mucha parte de mi infancia en la escuela, solo algunas imágenes solitarias, como fotos aisladas. 
Comencé la primaria en otro colegio. 
Ahí si tuve una amiga a quien quería mucho y de quien tengo muy lindos recuerdos. Su papá nos llevaba al colegio era un señor muy amable y simpático.
Recuerdo que siempre iba a su casa, yo prefería ir a su casa antes que ella viniera a la mía, hacíamos los deberes, su mamá nos daba la merienda y pasábamos horas jugando. Su mamá era muy amable.
Me gustaba la escuela, tuve maestras muy buenas, bueno algunas un poco estrictas, pero muy buenas. 
Cuando comencé el colegio debí comenzar a usar lentes, tenía mucha miopía y ese fue un nuevo problema y desafío, nadie se salva de las cargadas y lo que lo hacía peor es que en esa época los lentes eran muy frágiles y de vidrio, si se caían se rompían, por lo que no podía correr, debía tener cuidado de no golpearlos y en la hora de gimnasia, me decían que me los sacara, pero si lo hacía no veía, mi miopía era muy grande, si no usaba los lentes no veía el pizarrón ni la cara de las personas. Cada acontecimiento hizo que me fuera aislando más, cree un caparazón y allí me metía al punto que creo que nadie sabía nada de mí. 
Crecí con esa premisa de no le cuentes nada a nadie o no digas nada de esto o aquello o no hables de este o aquel tema. Pase muchos años de mi infancia con una crianza extraña a la que se le sumaba la situación histórica.
Lo que me salvaba y me mantenía con esperanzas era el saber que en vacaciones de invierno y verano mis abuelos venían por mí, que iba a respirar ese aire de paz y felicidad que me daba fuerzas para seguir, veía a mis amigas de la infancia, mis tías y tíos y todas mis abuelas postizas que hacían que la vida, mi vida, se llenara de mimos, colores y alegría.
Durante el año me transformé en nómade, me la pasaba de casa en casa, es que con el tiempo entendí que buscaba no estar en la mía por lo que siempre que podía me quedaba a dormir o pasar el fin de semana en algún lugar, tengo una lista interminable de gente donde me quedaba a dormir, amigas de colegio, familias amigas de mis padres, amigas de mi madre, no sé, yo buscaba siempre la forma de quedarme en algún lugar antes que estar en mi casa. 
En las vacaciones con mis abuelos seguía jugando con mis amigas y de esos momentos si tengo todos los recuerdos marcados como si estuvieran pasando hoy, ahora, el sonido de las hamacas, nuestros primeros monopatines, el que ya nos podíamos alejar un poco más y no solo limitarnos a esa calle, tardes en el club o el río, el grupo de amistades se ampliaba a medida que crecíamos y los juegos ya duraban hasta la medianoche, mientras mis abuelos y los padres de mis amigas se juntaban en algún jardín a charlar de cosas de la vida. No importaba si nos comían los mosquitos o nos aterrizaba algún escarabajo en la cabeza, era hora de jugar, charlar y divertirnos, para eso eran las vacaciones y para eso éramos niños.
Pero mi felicidad no duraba para siempre y sabía que debía volver, nunca lo hacía sin antes preguntarle a mis abuelos porque no podía vivir con ellos, porque debía volver a mi casa. Allí me sentía segura, allí era yo, allí era libre sin fantasmas que me acecharan ni atacaran, allí era realmente feliz y aun hoy cuando voy de visita a ver a mis tíos y primos, a mis amigas de infancia y recorro el barrio y las calles de la ciudad me sigo sintiendo feliz y libre. 


5/10/2023

PREGUNTAS LUEGO RESPONDIDAS



Nunca pude saber por qué vivía con mis abuelos. Recuerdo haberle preguntado a mi madre y ella me negó que hubiese pasado tanto tiempo allí con ellos.


Pero la vida que pone todo en su lugar hizo que lo descubriera: mi padre estaba estudiando y ya tenían dos hijos, digamos que la tercera, yo, no estaba en los planes y tantos chicos en la casa le impedía estudiar asique optaron por enviar a uno, a mí, a vivir a otro lado. Esa fue la razón, 2 hijos molestan menos que tres. Cabe aclarar las diferencias de edades mi hermana me llevaba 3 años y mi hermano 1. 


Nunca hagan eso, no dejen a sus hijos vivir una vida que luego le van a arrebatar cuando ellos no entienden el porqué, fueron momentos muy duros y se pusieron peor.


Cuando volví con mi familia no me sentía en mi lugar, sentía que esa familia no me pertenecía, extrañaba mi otra vida, mis amigas, era una niña de 5 años y no entendía. ¿Yo le decía a mi abuela porque no puedo ir a la escuela acá? ¿Porque no puedo ir con mis amigas? ¿Porque no puedo vivir acá? Y ella solo me decía porque tu mamá, tu papá y tus hermanos están allá. 


La primera infancia es donde se produce la pertenencia, donde se generan los vínculos familiares, donde se logra el saber que uno forma parte y logra integrarse a ese grupo, no hablamos de solo sangre o herencia hablamos de una mente que se está formando y adaptando a lo que lo rodea, creando vínculos y afectos, aprendiendo dinámicas y costumbres. Esa es la importancia de no separar a un niño de su familia a menos que sea una situación extrema que requiera esa separación. 


5/09/2023

UN CUMPLEAÑOS



Recuerdo que me festejaron un cumpleaños, creo que fue el único en mi infancia, eran mis cinco años y mi abuela me organizó la fiesta, el barrio donde vivían estaba lleno de chicos asique yo tenía muchas amigas y si no eran amigas o amigos, lo mismo se invitaban. 
Le encargó la torta a una vecina que era decoradora de tortas, estaba hermosa. 
La casa se llenó de globos, manteles y adornos de cumpleaños, llegaron muchos chicos y mis tíos, eran mis cinco años y ahora que lo pienso era también como una fiesta despedida ya que al año siguiente debería volver a la que debía ser mi verdadera residencia con mi familia ya que comenzaba el jardín de infantes. 
Nunca más tuve fiesta de cumpleaños.


 

5/08/2023

TÍOS



También pasaba tiempo con mis tíos, a dos casas de mis abuelos vivían dos de ellos, mi tío trabajaba en una fábrica y mi tía era maestra.

Cuando yo estaba en casa de mis abuelos veía venir a mi tía de la escuela con su guardapolvo blanco y un pesado portafolio y llena de libros, laminas, cuadernos. 

Yo le decía a mi abuela me voy a la casa de la tía y allí partía a saltitos esas dos veredas, abría la puerta (antes las casas tenían sus puertas sin llaves ni trabas) la saludaba, ella me daba uno de esos besos llenos de cariño y me servía la merienda, merendábamos juntas, no importaba si yo ya había merendado, con ella volvía a merendar y luego recuerdo que desplegaba todo el material de la escuela, cuadernos de alumnos para corregir, pruebas y trabajos, llenaba su carpeta con todas las actividades y ejercicios para el día siguiente, llenaba planillas, hacía láminas y yo la miraba callada dibujando, leyendo o viendo los libros y cuadernos de sus alumnos. Eran unas horas hermosas compartidas.

Luego llegaba mi tío, sacábamos todo de la mesa y charlábamos allí hasta que nuevamente iba a casa de mis abuelos.

5/07/2023

A VECES LA VIDA...

A veces la vida nos pone pruebas y nos hace rememorar toda nuestra historia, lo que vivimos, y preguntarnos si fue así o solo es lo que nosotros nos armamos, eso me pasó y salí a buscar la verdad, mi historia, preguntando, investigando y rememorando conscientemente todo lo que me fue pasando para al final saber si estaba equivocada o no.


EL COMIENZO





Recuerdo que pasé muchos años con mis abuelos, maternos y paternos, de una casa a la otra. Vivía con ellos.

Mis abuelos maternos vivían en un pequeño barrio de 4 manzanas

Aún me acuerdo de esas cenas donde mi abuela me hacía los fideos con manteca que tanto me gustaban, la golosina que comía después, la delicia de los tomates que cosechaba en la quinta de mi abuelo y cuando le sacaba las verduras de allí para hacerle la comida a mis muñecas.

Arrastraba un banquito para poder llegar a esas dulces mandarinas o ciruelas, dependiendo la estación, que luego comía ahí, al píe del árbol como dicen.

Recuerdo también que me encantaba caminar descalza por ese jardín que mi abuelo tenía verde y cortado a la perfección, como una alfombra.

Me cruzaba a las casas de mis amigas donde jugábamos en el porche, sobre ese piso de mosaico tan fresco en verano, luego, nos íbamos a la esquina debajo de los árboles, donde cantaban las chicharras y nos hamacábamos por horas hasta que nos comenzaban a llamar para almorzar, tomar la merienda o cenar, es que nos pasábamos todo el día ahí jugando, charlando, pasando el rato.

Mis abuelos tenían una de esas mesas con bancos que son de cemento decorados con pedacitos de azulejos, el famoso mosaiquismo, a mí me gustaba saltar de banco en banco ya que la mesa era cuadrada y era muy divertido. Mi abuela siempre me decía te vas a caer, te vas a caer, hasta que un día me caí. Resultado: 3 puntos en la pera, creo que me cosieron sin anestesia porque hasta el día de hoy me veo la cicatriz y me duele aunque no sé si me dolió más eso o la jeringa de vidrio que se ponía a hervir y tenía una aguja larguísima, los antibióticos antes eran inyectables. Pero mis abuelos remediaron todo con un chocolate con maní gigante (mi debilidad hasta el día de hoy) y una muñeca, por haberme portado tan bien ah y el derecho a pasar todo el día acostada en la cama de ellos.

Otros días iba a la casa de mis otros abuelos, ellos vivían en otro lugar, pero a unos pocos kilómetros de distancia.

Allí no tenía amigas, pero me divertía muchísimo, le abría todos los paquetes de figuritas a mi abuelo, que para mi alegría tenía un quiosco, librería, regalería, etc, para buscar el que traía la sorpresa, ante su mirada cómplice, mi alegría fue inmensa cuando me salió un premio por un anillo, ahí andaba yo con un anillo de dudoso metal dorado y un diamante plástico encima, yo lucia mi joya con quien quisiera verla.

Nos poníamos en el mostrador a contar las monedas haciendo pilitas según su valor, luego, me iba al patio de atrás a tratar de agarrar un conejo y lo que más me divertía era “ayudarlo” a moler el maíz, molía una bolsa entera en una máquina que tenía allí colocada para darle de comer a las gallinas, por supuesto que no era ninguna ayuda, no olvido su cara preguntando ¿quién molió todo el maíz?

Me encantaba jugar en esa galería de mosaicos con olor a jazmines, donde colocaba un juego de botellón de licor con copitas tallado en madera, aún siento el olor de esa madera, amaba ese juego. Me sentaba con mis muñecas y jugaba a que tomábamos el café con otro juego de porcelana de mi abuela y una copita de licor.

Antes de irme, porque pasaba una semana en la casa de cada abuelo, llenaba una canastita rosa con tapita, como si fuera la canastita de Caperucita Roja, con todo tipo de caramelos, de menta y media hora para mis abuelos, masticables, chupetines, de maní con chocolate, bocaditos Holanda, etc. Mi abuelo me decía llenala pero la tapa tiene que cerrar bien y no hay más golosinas hasta la próxima semana y allá iba yo metiendo la mano en todos los frascos para llevar y compartir.

Mi abuelo fue la persona más permisiva, consentidora y complaciente de mis caprichos. El me llevaba todos los días el desayuno a la cama, no importaba el clima ni nada, le sacaba todo lo que me gustaba de su negocio, lápices, cuadernos, juguetes. Recuerdo que pasaba horas con el allí y hasta salíamos a pasear. No recuerdo a la casa de quién, pero si recuerdo que íbamos a la casa de alguien con un patio enorme y lleno de flores, con un piano en la entrada que yo tocaba, obviamente sin saber tocar. Él se fue cuando yo era muy pequeña pero nunca voy a olvidar el dolor y el vacío que sentí por primera vez por la ausencia de alguien.

Recuerdo que no entendía muy bien, estaba como atontada, pero hay escenas que no se me olvidan, mi abuela llorando en la cama y yo abrazada a ella, llegar a esa casa y que el ya no esté. Fue mi primer enfrentamiento con la pérdida.