10/31/2012

SIESTAS



Las siestas cuando somos niños pueden ser aburridas, pero no lo son tanto si uno las pasa en un pueblo con amigos.
Luego de almorzar y ayudar a mi abuela a levantar los platos, llegaba el momento de tratar de convencerla para no dormir la siesta.
-¿Puedo ver la tele en vez de dormir
- No porque vas a despertar al abuelo que está cansado después del trabajo.
- ¿Y si me quedo jugando en el patio, allá en donde hay sombra?
-No, porque sabes que el perro de al lado ladra cuando jugas ahí.
Y así seguía, pero mi abuela siempre tenía infinitas respuestas ubicadas después del no y me las daba a todas, hasta que yo, ya sin más excusas, me iba a mi habitación.
Allí me quedaba hasta que sentía un ruidito en el mosquitero de la ventana. Subía a la cama, abría las cortinas, corría muy despacito el mosquitero y saltaba al jardín y de ahí a la plaza de la esquina, lugar donde las fugitivas de la siesta nos reuníamos.
Cada una llegaba con un juguete y algún comentario para compartir: mi hermana cumple años mañana, mi papá está de vacaciones, mi mamá hoy me hizo un flan, la semana que viene me voy de paseo,  interminables comentarios  escuchados con atención,  allí sentadas bajos los arboles, acompañadas del sonido de las chicharras.
En algún momento se escuchaba el llamado de alguna madre que descubría a su hija fugitiva
_ ¡Uy, si ya se levanto tu mamá mi abuela se está por levantar!
_ ¡Si, mi mamá también!
_ ¡Y la mía! 
_ Vamos, vamos
Y así salíamos todas corriendo. Abría despacio la puerta del costado, esa a la que mi abuelo no le ponía aceite porque decía que así el sabia cuando alguien entraba o salía, pero yo lograba que no hiciera ruido y así,  despacio atravesaba el patio, la cocina, el comedor y entraba en mi habitación.
Uf menos mal que nadie se levantó,  pensaba mientras me sacaba mis zapatos y me tiraba en la cama.
Al rato aparecía mi abuela para avisar que la hora de la siesta ya había terminado.
_ ¿Y ahora, puedo salir a jugar abuela?
_ Si, ahora si
Y yo salía contenta nuevamente a la plaza, convencida que te había engañado. Pero no, yo sé que no podía engañarte, vos simplemente eras cómplice de mis travesuras.





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